Se encontraban dos cuerpos sumergidos en silencio, reservando la integridad de su alianza ante la noche y el viento, improvisando:
Sus roces finos y delicados eran tan frágiles como la lengua en el paladar, permitiendo alcanzar la tranquilidad, puesto que era el momento perfecto para entregar un orgasmo al silencio de la lobreguez.
Y fue así que mi deseo se volvió tacto.
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